El año pasado conversaba en Moscú con un italiano del sur que vive en Luxemburgo y trabaja para una multinacional de los Estados Unidos. Mi amigo Andrea, abogado especializado en derecho internacional, estaba allí por trabajo y, mientras almorzábamos en el barco que nos mostraba las bellezas de la ciudad desde el río Moscova, hablábamos –en la lengua de Dante, Petrarca y Boccaccio- sobre los problemas políticos y sociales de nuestros días. Andrea vive muy bien, pero más allá de los privilegios y lujos que le brinda su importante puesto en la multinacional, como que lo trasporten en autos de alta gama y se hospede en habitaciones de lujo, tiene muy presente sus orígenes y me dice sonriente: Io sono un uomo umili. Luego de terminar el plato de salmón con caviar y disfrutar de un dolce, viene el café. Y con el café surgen los temas filosóficos (filosofía de café). Coincidimos en que la “originalidad” y la “autenticidad” hoy están en entredicho. Emplear indistintamente los términos como si fuesen sinónimos es un error muy difundido. Andrea no cumplió los 35 años y, al igual que mi hijo menor, pertenece a la generación de los millennials, los nacidos entre los años 1980 y 2000. Leí que con los millennials habría surgido la “autenticidad” como característica generacional, en reacción a los sentimientos fingidos y supuestas cualidades de las generaciones anteriores. En otras palabras, la autenticidad de ellos habría desplazado a las hipocresías de sus padres y abuelos. Las generalizaciones así como las simplificaciones extremas suelen despertarme dudas cuando no sospechas. Recuerdo que en los 60 y 70, época de revoluciones de inspiración marxista, psicoanálisis, contracultura e hipercriticismo, nos decían que los jóvenes debíamos ser auténticos, pues, esa era la consigna de mi generación, cuya influencia del Mayo Francés, del anticolonialismo, de los derechos humanos, constituía un fuerte rasgo generacional.
En cuanto a la “originalidad”, el crítico musical de un diario español en su columna semanal se quejaba de que la gente ya no quiere las bandas originales de Pop y Rock, prefiere a sus imitadores que se presentan en público como “bandas tributo”, también hay solistas. La intención o tal vez la excusa, sería honrar a bandas, algunas ya desaparecidas como Abba o Los Beatles y a solistas difuntos como Elvis o Freddie Mercury. El crítico decía que éste es otro signo de los tiempos: optar por los sucedáneos. Lo que me recuerda como bebedor de café que soy, que el café descafeinado puede ser muy agradable, pero sin duda no es café (…) Es más, estoy convencido de que mucho de lo que hoy pasa por ser original no es más que un simple refrito. En efecto, refritos culturales, artísticos, científicos y de toda laya, que tienen éxito porque sus consumidores no son buenos lectores o quizá carecen de memoria. La fórmula para promover estos refritos consiste en hacer mucho ruido en los medios. Es curioso, porque en la jungla los animales -incluyendo los depredadores- evitan el ruido, mientras que nuestra civilización evita el silencio.
En el teatro de la vida la gente suele usar máscaras, ya sea con la intención de agradar, protegerse, disimular o engañar. Se enmascaran los deseos, los sentimientos, las pasiones y los placeres. También se ocultan los intereses aviesos a la vez que se procura minimizar los defectos personales o los traspiés morales cometidos. Muchos están encorsetados en prejuicios y tradiciones, mientras otros repiten todos los días el mismo discurso con la esperanza de convencerse. Pero: ¿cuántos se muestran tal cual son? Una civilización que invita a usar máscaras no puede hacer alarde de autenticidad. Al punto que tan sólo en la seguridad que puede ofrecer la vida íntima –la vida privada ya ha sido vulnerada-, es posible intercambiar abiertamente pensamientos que serían censurados.
En el 2030 Noruega no tendrá ningún auto que sea propulsado a nafta y a su vez ayuda a países pobres para que sigan su ejemplo. Es uno de los mayores donantes para proyectos que preserven las selvas tropicales. No hay duda que el país escandinavo lidera la lucha por sanear el medioambiente y quiere borrar la huella del carbono en la atmósfera combatiendo el uso del petróleo y el gas. Es más, ha sido uno de los primeros países que refrendó el Acuerdo de París sobre cambio climático el año pasado. Sin embargo, es el octavo exportador mundial de crudo y el tercer exportador mundial de gas.
Hace 30 años se produjo el desastre de Chernobyl, un desastre que como alguien dijo cambió la concepción del espacio, ya que en cuatro días la nube llegó a África, y también la concepción del tiempo, porque el peligro de radioactividad pervivirá unos 3.000 años. Las narrativas del desastre nuclear comenzaron con las bombas de Hiroshima y Nagasaki, un horror irreparable por el cual sus responsables jamás pidieron perdón. Desde esa época, todo tiranuelo con ambiciones expansionistas quiere tener su propia bomba nuclear, caso contrario se conforma con un arsenal de armas químicas y bacteriológicas, que es el equivalente de la bomba nuclear pero al alcance de países pobres. Alrededor del desarrollo nuclear, de las actuales explosiones limitadas a título de prueba, de la posesión de ojivas nucleares, ha surgido toda una retórica que elude la acción criminal, un discurso burdamente mentiroso, pues, como decía Ionesco en los 70, la bomba atómica no es para defendernos sino para matarnos. El líder de Corea del Norte, Kim Jong-Un, miembro destacado del club de mandatarios impresentables, ordenó hace unos días la quinta prueba nuclear que produjo un terremoto, despertando la indignación de los gobiernos de Corea del Sur, Estados Unidos, Rusia, China, Japón, entre otros. Esto ha generado preocupación entre sus vecinos, sobre todo en Seúl. La historia moderna de Corea comienza después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Japón que tenía bajo su poder a la península es derrotado (las bombas de Hiroshima y Nagasaki sólo adelantaron la fecha de rendición), en consecuencia los Estados Unidos y Rusia se repartieron los territorios, en el norte las tropas soviéticas y en el sur las estadounidenses, así surgieron dos repúblicas de distinto signo que en 1950 fueron a la guerra. Desde entonces las hostilidades no cesan. Kim con estas demostraciones de poder nuclear, busca infundir terror en los otros pueblos para ganarse el “respeto” y, en el suyo, que por otra parte conoce en sus entrañas la hambruna, pretende generar “lealtades”. A esto se suma un nuevo peligro, ya que los drones podrían transportar armas químicas, bacteriológicas o nucleares. Frente a la nueva amenaza, a la policía holandesa se le ocurrió adiestrar águilas que puedan derribarlos, pero como siempre sucede con cualquier medida que se adopte surgen otros problemas no contemplados, el partido que defiende los derechos de los animales y tiene representación parlamentaria, se opone por considerar inhumana la instrumentalización de estas aves de rapiña.
La contracara del belicismo son los procesos de paz, que también generan tensiones y dilemas. La guerra nunca fue un medio idóneo para la resolución de conflictos, la historia lo demuestra. Por otra parte, los países que promueven la paz son líderes en el mercado de armamentos, en consecuencia hasta dónde irán contra sus propios intereses.
Durante el 2015 llegaron a Europa 26.000 menores de edad de zonas en conflicto. De 10.000 se desconoce el paradero. Muchos habrían caído en manos de traficantes que les cobran hasta 800 euros por cruzar la frontera. La información fue fugaz y, motivado por la indignación, quise difundirla en las redes. Me pregunto si esa información no tiene suficiente consistencia para convertirse en una noticia que en los medios martille cotidianamente nuestras conciencias ¿Dónde están esos chicos y chicas? ¿Cómo los gobiernos y los servicios de seguridad no logran dar con 10.000 seres humanos? Quizá si esos niños y adolescentes proviniesen de Occidente la historia sería diferente. En fin, lo cierto es que dónde existe una necesidad surge un negocio. Frente a una tragedia siempre hay miserables dispuestos a obtener ganancias con cualquier método, por eso necesitamos de la sabiduría y del rigor de Temis, lástima que la venda se le haya caído.