Cuando entrando en mi adolescencia vi realizar a un trapecista el  triple salto mortal sin red en el cine, quedé impresionado. Obviamente exige una excepcional destreza y el peligro está en que si falla, no hay red… Esa imagen la tengo presente cuando algunos pretenden salir de la cuarentena sin prudencia ni mayores recaudos.

Slavoj Zizek, filósofo e ideólogo del movimiento Occupy Wall Street, al inicio de la pandemia sostenía que se trataba de un golpe letal al capitalismo y que sería una gran oportunidad para reinventar el comunismo. Yo no veo el tiro de gracia al capitalismo, menos veo al comunismo reinventado como una alternativa. Byung-Chul tampoco cree en la predicción de Zizek, por el contrario, vislumbra al capitalismo más pujante pero cree que es necesario aprender cómo los países asiáticos gestionan a través del control electrónico la crisis planetaria. Es evidente que en el sistema capitalista existe la lucha global de dos modelos, el devenido de los valores tradicionales del liberalismo (no del neoliberalismo actual que prescinde de la ética),  y el modelo chino con su fuerte visión autoritaria y que hace abstracción de las reglas de juego. En el primer caso tenemos el antecedente de la Ilustración y paralelamente la industrialización, desarrollo que se acompañó de cierta evolución ética y política (a diferencia de China). Algunos en la búsqueda de la felicidad  quisieron alcanzar un “mundo perfecto”, para lo cual recurrieron al terror, como sucedió con Robespierre en la Revolución Francesa. Luego no pocos regímenes se hicieron del terror como herramienta para gobernar, los antecedentes más cercanos los tenemos en el siglo pasado con los totalitarismos que nos condujeron a dos guerra mundiales, entre otros conflictos bélicos. Pero una visión diferente sostiene que la felicidad puede alcanzarse fomentando la libertad, los derechos humanos y, hasta podría acentuarse con la tecnología al servicio del hombre (Big data).

Ahora bien,  no hay duda que la pandemia puso al descubierto lo que en el mundo venía aconteciendo y se rasgaron los decorados. Hoy  por hoy la pandemia, el capitalismo y la globalización colisionan. Sin embargo, esta oposición de ideas, principios e intereses no será el fin del capitalismo ni el de la globalización, tampoco ésta será la última pandemia, como inocentemente creyó todo el mundo al finalizar la Gripe Española.

Si  reparamos en tres epidemias que se dieron en momentos históricos totalmente diferentes, salvando las distancias, podremos sacar algunas conclusiones y quizás enseñanzas. Me refiero a la epidemia que se dio en Atenas durante la Guerra del Peloponeso (antigüedad), la Peste negra (medioevo) y la Gripe Española (modernidad). 

En el segundo año de la guerra contra Esparta (430 A.C) la epidemia que asoló a los atenienses, según Tucídides,  hizo que éstos se volvieran indiferentes a los mandatos de la religión y de la ley, sin embargo la democracia no sucumbió, por el contrario salió fortalecida debido a que estaba consolidada y los atenienses defendían la libertad de expresión y valoraban la verdad, justamente esos valores que hoy aparecen jaqueados.

En lo que atañe a la Peste negra, Peter Frankopan sostiene que ésta fue el efecto más notable de las conquistas mongoles sobre la transformación de Europa. En efecto, la peste propagada por pulgas, roedores y camellos a partir de la estepa euroasiática atravesó Europa, Irán, Medio Oriente, Egipto y la península arábiga. Y terminó por eliminar la Horda de Oro (estado mongol que abarcaba los territorios actuales de Rusia, Ucrania y Kazajistán) que rodeaba las factorías genovesas de Caffa (Crimea). Como siempre sucedió en la historia, las rutas comerciales fueron las rutas de los microbios. Dicen que los habitantes de la isla siciliana de Messina lo comprendieron muy tarde, cuando vieron a los mercaderes genoveses gravemente enfermos, escupiendo sangre por la neumonía a la vez que  el cuerpo se cubría de forúnculos (peste bubónica). Así como en la antigua Roma las epidemias de los siglos II y III impulsaron el camino al feudalismo,  la peste del siglo XIV aceleró el fin del mundo feudal. La pandemia le dio el triunfo a Occidente y los más pobres pudieron negociar con los ricos, aumentó el precio del trabajo por la despoblación, los alquileres se redujeron, los contratos con los campesinos se prolongaron, bajaron las tasas de interés, los jóvenes experimentaron una mejor redistribución de la riqueza, pues, dicen que viéndose con la muerte cara a cara fueron poco tentados por el ahorro y consumieron mucho más. La sociedad prestó atención a la moda y se desarrolló la  industria textil europea. Como a menudo sucede, el beneficio de unos, es, el perjuicio de otros, por eso la desgracia de Génova se convirtió en el éxito de Venecia que ejerció un férreo control con el comercio de especies. El mayor  ingreso y la redistribución  influyeron en lo que luego sería el Renacimiento. Y este fenómeno se repitió con la Primera Guerra Mundial y la prosperidad de  “los felices años veinte”. 

La Gripe Española sucedió inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial y, dicen que sería imposible saber cuál de estos dos sucesos provocó la reducción de la desigualdad. Por su parte Alemania y Francia decidieron conmemorar la Gran Guerra  e ignorar la Gripe Española.

Peter Frankopan cree que todos los caminos conducen al auge de Asia por sus inmensos recursos naturales (70% de todas las reservas de petróleo del planeta y el 65% de las de gas natural), pero aclara que no son solo estos recursos los que apuntan hacia un mundo distinto, sino la ambición de futuro de los dirigentes de estas nuevas rutas de la seda.

Yuval Harari piensa que es posible que los gobiernos más poderosos dejen de lado los nacionalismos y el monopolio de las ventajas sanitarias para tener una actividad más global y responsable, y cree que  para lidiar con esta situación como humanidad necesitaremos de un “sistema global de producción y distribución de equipamiento médico”.  No dudo de que sea imperioso que haya una distribución justa y no que los países más ricos monopolicen los recursos en perjuicio de los más pobres. Bástenos la guerra comercial por la adquisición de material médico que se está dando en estos momentos con una absoluta falta de ética en medio de una crisis humanitaria. Esta competición egoísta y nacionalista no será gratuita, ya que dejará resentimientos.

Daniel Innerarity considera al cambio climático, el dominio financiero de la economía y la interdependencia global como tres factores que exigen repensar la democracia y que revelan la necesidad de una “nueva teoría política”. La pandemia, algo no previsto, nos encerró en el espacio doméstico y nos obliga a mirar el mundo desde nuestra casa. Los seres humanos vivimos, según Innerarity, en tres mundos a la vez (el del afecto, el de la indiferencia y el del conflicto), y si de repente nos suprimen los dos últimos, saldremos de esto revalorizando el ámbito público, no el privado.

En la actual pandemia descubrimos múltiples escenarios donde surgen “tantas acciones” como “falta de acciones”, y unas y otras terminan con consecuencias graves. Permanecemos recluidos por prudencia y también por temor. Para muchos significa la soledad y los desencuentros, pero el aislamiento también puede implicar falta de cuidado y necesidades básicas. Hay quienes están muy vulnerados y sostienen que si no los mata el coronavirus los matará el hambre o quizás el hacinamiento. En fin, crisis económica, malhumor social, agobio, insomnio, emociones que dificultan  pensar, concentrarse, tomar las decisiones correctas. Nadie sabe cómo saldremos de la crisis y no son pocos los enigmas del presente. Salir de la cuarentena en medio de metáforas bélicas nos remite al general chino Sun Tzu que hace 25 siglos aconsejaba cómo implementar la retirada en el campo de batalla. 

Me preocupan los populismos en ascenso, expertos en manejar el miedo, que además de descalificar a los expertos y las instituciones (incluyendo la democracia),  subestimaron de entrada la pandemia (Trump, Boris Johnson, Bolsonaro, López Obrador y otros) cuando no la ocultaron (Xi Jinping).

Innerarity dice que estamos compartiendo una misma vulnerabilidad que nos llevará a desarrollar formas de inteligencia colectiva, es posible, aunque nada nos asegura que vayamos a aprender. Pero hay valores públicos que hemos redescubierto, como la Salud Pública (con mayúsculas). Y se ha tornado más evidente la muerte en soledad, anónima y deshumanizada, conectada a un respirador. Los políticos nos han demostrado, una vez más, que escenifican hasta el hartazgo, para ellos vale más una foto que mil hechos. Asimismo hemos advertido que la corrupción jamás se toma vacaciones, y que es muy fácil pregonar la solidaridad con el bolsillo del otro. Mi padre solía decir que hay que hacer el bien sin esperar recibir nada a cambio.

La veta anarquista de Borges lo llevó a decir: Creo que con el tiempo mereceremos no tener gobiernos. En fin, pienso que no es el momento de alimentar utopías, prefiero comenzar por juzgar el pasado para construir el futuro. Y en todo caso, como decía Gandhi, de lo que hagas hoy dependerá el futuro.