La semana pasada se celebró el día de los Reyes Magos, cuya existencia se consigna desde el Evangelio de Mateo. He leído que la iglesia ortodoxa siria y también la iglesia apostólica armenia sostenían que los reyes en realidad eran doce y no tres, como los apóstoles y las doce tribus de Israel. Desde el Medioevo, Melchor representaría a los europeos, Gaspar a los asiáticos y Baltasar a los africanos, en suma tres razas… Recuerdo que siendo muy chico esperaba con ansias los regalos que ellos me dejarían, pues, era un día de felicidad y, he procurado seguir la tradición con mis pequeños nietos. Pero claro, cuando uno se entera que los regalos no los dejaron los reyes, se rompe la fantasía, y esto constituye una etapa en el largo camino de dejar atrás la inocencia, aunque la inocencia no tiene edad, al extremo que hay gente que jamás se desprende de la credulidad. La infancia debería ser una prioridad, pienso que es imperioso protegerla, antes de que conozca las crueldades del mundo.
El 6 de enero pasado se produjo un hecho inédito, una multitud de seguidores de Trump tomaron el Capitolio en plena sesión para impedir el acto protocolar por el que se confirmaba la fórmula Biden-Harris como presidente y vicepresidente de los Estados Unidos. Hasta ahora el saldo han sido cinco muertos, decenas de heridos, destrozos, y una triste imagen que recorrió el mundo, que bien podría haber sido tema de una obra de ciencia ficción. Pero Estados Unidos ya tuvo su Guerra Civil (1861-1865). No hay duda que el magnate metido a político buscaba el autogolpe, incitó a sus secuaces para que con violencia rechazaran el resultado de una elección ya legitimada y que cometieran un acto de sedición. Es hora de que rinda cuentas por todos los desaciertos que ha cometido como presidente en estos años. Espero que el impeachment sea correcto, no como el de Dilma Roussef que lo fue por motivos espurios.
Soy consciente de que por medio de la globalización se han dado grandes pasos en materia de ciencia, tecnología, turismo, comunicaciones. Internet aparenta ser un ámbito democrático porque cada uno expresa sus opiniones, pero no lo es, sus algoritmos entrenan al individuo para que tenga respuestas emocionales ante las cosas, facilitando el autoritarismo. Una excepción fue wikileaks que irrumpió en la intimidad de la diplomacia estadounidense, poniendo al descubierto sus hipocresías.
La globalización, como el dios Jano, muestra la otra cara con millones de seres humanos que han perdido su trabajo y son marginados. Muchos ya no trabajan desde la década del 90 en mérito a las políticas neoliberales, que con el partido político que hoy está en el poder, el país se convirtió en el discípulo más aplicado. En efecto, era la época de las “relaciones carnales” postuladas por el recientemente fallecido Carlos Escudé. Una época de privatizaciones a diestra y siniestra frente a un Estado inoperante. Es curioso, recuerdo que en la década del 80 oí a esos mismos políticos oponerse abiertamente a las privatizaciones porque decían que no iban a permitir que se entregara el país y, luego en el poder hicieron justamente lo contrario. Creo que si no hacemos un poco de memoria no entenderemos nada de lo que actualmente sucede.
Esa masa de gente que perdió su trabajo, en términos generales, gente de mediana edad formada en el paradigma del trabajo diario, acostumbrada a trabajar durante ocho o más horas al día y, de pronto, obligada a una “ociosidad no consentida”, muy distinta del ocio de los griegos, en la medida que el tiempo pasa siente cómo su proyecto de vida se marchita, poniendo en entredicho los valores, las costumbres, los estilos de vida, y dando paso a un profundo escepticismo que en no pocos casos ha desembocado en la depresión y hasta en el suicidio. Me consta por haber asistido como médico a varios.
El arreglarse de alguna manera para seguir viviendo sin tener un trabajo estable conlleva un profundo mal, la gente se acostumbra a vivir en la precariedad y eso es terrible. Por otra parte, no es fácil la reinserción laboral para quien ha permanecido varios años fuera del sistema productivo. Se habla de reingeniería laboral como una solución a estos casos-problema. Pero la realidad es que algunos han perdido la dinámica laboral, ya no recuerdan el placer que produce el hacer, mientras otros se sienten moralmente destruidos o incluso abandonados hasta por su fe religiosa, y por supuesto no faltan los que en la búsqueda desesperada de una salida tropiezan con el alcohol, las drogas y hasta el delito. No todos son vagos que les gusta vivir de subsidios, si bien es cierto que siempre hubo demasiados vagos en el país y vivos que viven del trabajo ajeno.
Cómo ignorar a los jóvenes estudiantes, obreros, campesinos y profesionales que el mercado ha decidido marginar o descartar, o a los niños que viven en la calle, así como los adolescentes que no vislumbran futuro alguno porque se les niega toda posibilidad de superación y llegan a pensar que son basura, o creen en sintonía con la teoría de la metempsicosis de Pitágoras que el destino los castigó vaya a saber por qué pecado cometido en otra reencarnación. El cinismo trepó a las más altas cumbres y los niveles de corrupción no tienen precedente en la historia. Ya sé que el problema no sólo es nuestro, y de Occidente, también lo es de Oriente. ¿Acaso se puede ser intelectual callando porque en el fondo uno está a salvo? ¿No es imperioso hacer alguna reflexión o referencia en voz alta? ¿Puede la realidad académica seguir divorciada de esta otra realidad? En un programa de TV un clérigo decía que la pobreza que nos debe interesar no es la pobreza material sino la espiritual, ya que hay pobres que sólo tienen dinero…
Para Claudio Zuchovicki el gasto sin estrategia es repartir el dinero generado por otros. Y explica que la “pobreza estructural” se inicia cuando un país no puede ahorrar, en consecuencia no hay inversiones y sin éstas no existe la productividad necesaria para crear riqueza, y, sin ella solo hay miseria para distribuir.
La década del 70 vuelve una y otra vez, sin duda es una década irresuelta. No somos pocos los que sabemos qué paso, porque vivimos esa etapa y podemos dar testimonio de hechos y sucesos tal como fueron, en consecuencia tenemos opinión formada, pero la novedad es que los escribidores oficiales pretenden reescribir la historia para mostrarnos un panorama muy diferente, surrealista, y que lo aceptemos calladamente, bajo apercibimiento de ser etiquetados con alguno de los rótulos de la mala prensa. Lamento la ignorancia de tanta gente que repite consignas apócrifas y habla enfáticamente.
Aquí los grupos guerrilleros aparecieron en 1966. Recuerdo que en ese año estaba cursando el bachillerato cuando fue el golpe de estado de Onganía que derrocó al gobierno constitucional de Illía. Entre el 73 y el 76 la guerrilla estaba en pleno apogeo, al igual que la Triple A, hasta que surgió el proceso militar con el terrorismo de Estado. Con los militares en el poder ningún grupo subversivo tenía la menor posibilidad de vencer, pese a los muertos y daños que los guerrilleros ocasionaban. El “éxito militar” se debió a que utilizaron la estrategia de los franceses en Argelia. Una película de la década del 60, protagonizada por Anthony Quinn, Alain Delon, George Sigal, Claudia Cardinale y otros actores notables, recrea cómo operaban los paracaidistas del ejército francés contra los argelinos que luchaban por su independencia, instrumentando la tortura para lograr la delación y luego la caza de los rebeldes. Pude ver la película en un pequeño cine de culto de la avenida Corrientes, y entre el escaso público, no más de veinte personas, estaba Leonardo Fabio.
Ceferino Reato que ha estudiado con documentación los años 70, dice que los muertos de esa época a manos de los guerrilleros no aparecen en ningún listado del Estado y sus parientes no han recibido ninguna indemnización o resarcimiento por tratarse de personas que murieron en el bando equivocado. Pensemos que muchos de ellos eran colimbas, chicos de 18 años que cumplían con el servicio militar obligatorio, no eran torturadores ni represores. También comenta que según un estudio, Montoneros, ERP y otros grupos habrían matado a 1904 personas entre 1969 y 1979, y compara esta cifra con la ETA que mató a 864 personas, pero entre 1961 y 2011. En fin, no sé dónde irá a parar la Argentina ya que por este camino solo nos aguarda el abismo, y conste que no soy afecto a las sentencias de carácter profético y apocalíptico. Lo cierto es que existe la sensación de que lo que vendrá no será mejor de lo que ya vivimos.
En todas partes el manejo de los dineros públicos es problemático, motiva discusiones, denuncias, rebeliones, pero aquí existe una visión claramente distorsionada. Al parecer muchos creen que estos dineros son como un manantial inagotable y en consecuencia pueden malgastarlo con tranquilidad. La clase media, aquella que necesita trabajar para vivir porque de lo contrario no puede vivir dignamente, paga sus impuestos, sostiene el sistema y es el motor de todo país desarrollado, pero aquí se la castiga en base a medidas que logran empobrecerla, por lo que cada vez está más reducida. Algunos dicen que esto es casual, yo pienso que es deliberado, que existe un plan.
Un país donde se reemplaza la educación por el adoctrinamiento, los casinos y el fútbol son mucho más importantes que mantener las escuelas abiertas, las medidas de gobierno apuntan a reducir peligrosamente la producción y aumentar el desempleo, el hambre es una realidad constatable en la calle, entre otras calamidades, no puede descuidar la asignación de los dineros públicos. Para aquellos que además de cumplir con nuestros deberes de ciudadanos observamos y reflexionamos desapasionadamente, sin ningún compromiso partidario, ideológico o de otra naturaleza, se nos hace muy difícil soportar tanta mentira. Al igual que muchos ciudadanos dejé atrás la inocencia, quizás a los golpes, pues, uno ha sido engañado demasiadas veces para seguir creyendo en promesas de los unos o de los otros, aunque no dudo que siempre habrá idiotas útiles.
Hoy por hoy para los economistas todo pasaría por la inflación y la cotización del dólar. Y entre acusaciones cruzadas sobre en qué gobierno hubo más inflación o cuando la gente podía comprar más verdes, sería importante que recordásemos que hasta 1950 no existió la inflación en el país (no es una opinión, es un dato). En efecto, la inflación surgió a mitad del gobierno de Perón aunque muchos no quieran creerlo. En esa época el general, para desestimar el valor de la moneda norteamericana se preguntaba: ¿Quién vió alguna vez un dólar? Este comentario finalmente pasó al repertorio de los chistes.
A la Argentina le pueden faltar muchas cosas, menos recursos naturales y capital humano de primer nivel, entonces me pregunto por qué tenemos que resignarnos ante tanta ignominia y corrupción. Me gustaría que surgiera otra clase dirigente, no desde la partidocracia porque siempre es más de lo mismo (la eterna trampa), que hubiera candidatos independientes por cada distrito que respondan a sus votantes y no a la disciplina del partido, gente capacitada, con prestigio y honestidad, y para quien la política no sea un curro. Ya que hablamos tanto de los nórdicos, que los legisladores no tengan auto oficial con chofer, que carezcan de privilegios solventados por el erario público (expresión redundante pero generalizada), y que no dispongan de gastos de representación innecesarios o que no estén debidamente justificados y controlados. Sería la única manera de terminar con esta casta que carcome las entrañas de la nación.
Vivimos en una sociedad donde hay mucho ruido y poca reflexión. Continúan las restricciones por el virus y se afianza la tentación autoritaria. Para la clase media el confinamiento revalorizó el hogar como un lugar de confort, que brinda seguridad, donde uno trabaja y se relaciona con el mundo, y no hay duda que los nuevos comportamientos se convertirán en hábitos. Está claro que el teletrabajo, la educación a distancia, la telemedicina, entre otras actividades virtuales resultan útiles, pero cuidado, son insuficientes. La pandemia planteó una problemática de muchas aristas, la salud es solo una de ellas, y en el fondo la crisis es humanitaria, ideologías aparte. No convirtamos los problemas en dilemas para imponer nuestra voluntad. Las cosas son como son, no como deseamos que fueran.